DEPORTES MAPUCHES
Propiedad del
Prof. Carlos López von Vriessen - Valparaíso, Chile
Una
de las motivaciones determinantes para organizar un Palin era, en el pasado,
la necesidad, en caso de desacuerdos políticos, sociales y guerreros
en el grupo étnico de hallar una solución pacífica.
Llama la atención el interés de la etnia, de naturaleza guerrera,
de buscar soluciones pacíficas para sus problemas. El Palin puede
ser considerado, entonces, una especie de oráculo al que el pueblo
consultaba en éstos casos. La necesidad de tomar una decisión
inmediata, dividía a la comunidad en dos bandos opuestos. Los lonko
de cada bando acordaban jugar un partido. El bando cuyo equipo representante
obtenía la victoria adquiría el derecho a tomar la decisión
definitiva. El bando que perdía el partido aceptaba tanto su derrota
como la decisión tomada por los vencedores. Este sistema de solución
de problemas, aparentemente insolubles por la vía pacífica
hallaba su pronta solución y evitaba la continuidad de conflictos.
El primer caso que hemos podido registrar
ocurrió en el año 1600. Los Mapuche habían destruído
la ciudad de Imperial y mantenían prisioneros a misioneros y obispos.
Pronto se formaron dos bandos que deseaban,cada uno, imponer su voluntad.
Unos deseaban dejar a los prisioneros en libertad y otros darles muerte.
La información es escasa en pormenores.
El partido de Palin concertado para tomar
la decisión final dio la victoria a los que apoyaban la libertad
de los prisioneros, los que pudieron regresar sanos y salvos dando gracias
al Señor por su infinita misericordia (1).
En 1712, en un pequeño lugar llamado
Quilquico, cercano a la ciudad de Castro en la Isla Grande de Chiloé,
los Mapuche-Huilliche se rebelaron contra los españoles. Los lonko,
para tomar el acuerdo de hacer la guerra, convocaron primero a jugar un
partido de Palin, con el objeto, seguramente de decidir, según el
resultado de éste, de llevar a cabo la rebelión armada o no.
Seguramente ganó el partido de los que apoyaban el levantamiento.
Asaltaron en la noche el pueblo y asesinaron a varios españoles.
Estos, tomados de sorpresa por la docilidad demostrada por los aborígenes
hasta aquel momento perdieron 30 hombres, pero se recuperaron y ahogaron
el levantamiento con muchas perdidas por parte de los aborígenes
(2).
En Noviembre de 1787 el obispo de Concepción,
Monseñor Francisco de Borja José de Marán, acompañado
de un gran séquito de soldados españoles y un millar de aliados
de caballería Mapuche que aseguraban su protección, partió
a caballo para visitar su Obispado, cuya jurisdicción alcanzaba hasta
la Isla Grande de Chiloé. Hacia allá se encaminó el
Obispo tomando el camino que existía en ese entonces. Partiendo de
Concepción la comitiva atravesó el Bio-Bio en balsas y otras
embarcaciones llegando a la localidad de San Pedro. De allí prosiguió
hacia el sur siguiendo el camino costero. Los deseos de Monseñor
eran llevar la evangelización a los aborígenes de la región.
Aquellos que ya estaban preparados por los misioneros, recibían la
comunión. Otros debían esperar hasta reunir los requisitos
exigidos. La comitiva avanzaba lentamente y al llegar a la altura de Tirúa
se internó hacia la cordillera de Nahuelbuta mal informado por los
guías Mapuche.
La región aborígen por donde
pasaba el Obispo estaba en esa época muy poblada.
Pronto se supo de la fastuosa comitiva y de los valiosos
cálices de oro y piedras preciosas del Obispo. A los pocos dias de
iniciarse la marcha un poderoso contingente de unos mil guerreros montados,
enemigos de los españoles asaltó la comitiva para saquearla.